9.10.10

Mundo patético.

Era un mundo extraño, un mundo de enanos y gigantes. Andar por las calles era encontrarse en un laberinto de espejos que deforman la realidad. Farolas de tu altura, flores de cinco metros, personas de todos los colores y formas, con los ojos en los pies y las manos en los hombros, o con la espalda por delante y el pecho por detrás, o simplemente andando de cabeza.
Es un mundo borroso, acuoso y de colores grisáceos, en el que destacan los colores de los ojos de las personas, colores que nunca se repiten dos veces. Juegan a contar las baldosas de la calle y a evitar atropellos de perros gigantes, cuyos ladridos son ensordecedores.
Aparece una persona, sólo una, con las cuencas vacías, una altura sin definir y un color singular, cambiante.
El mundo es patético a su lado. Hasta las flores de cinco metros se sienten diminutas.

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