Hace tiempo que huye, que se cansa de correr y de esconderse detrás de las esquinas y en callejones sin salidas.
Coge las llaves del coche y el rugido del motor al arrancar le recuerda los viajes en familia cuando tenía cinco años e iban a la playa. Su padre contaba canciones de los años ochenta y su madre se mandaba mensajes con su amante.
Ella no se pone un destino. Parará en el primer puerto que encuentre cuando baje de la ciudad. Quizás deje de perseguirse a sí misma en un paseo por altamar.
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