27.10.10

Invierno

Si me dicen mala es por algo.

En primavera arranco las flores más bonitas y creo un ramo con ellas que se marchita solo entre historias muertas. Cuando llega el invierno dejo de buscar rosas y paso las noches mirando a las estrellas.

Tuvo suerte.

Tuvo suerte y nada más.
Déjame comerte y esperar un poco más.
Quiero esconderte y jugar al nunca más.
Sueño con tocarte y soñarte un rato más.
Y es que amarte es seguir hasta el final.

En la hoguera.

A la gente no le gusta esperar en el semáforo en rojo, por eso pillan antes al mentiroso que al cojo, porque el cojo se quedó en el asfalto. Se ponen la mierda en la mano antes que ir al baño; y si no les gusta una buena novela, se inventan el final y la queman en la hoguera.

El aquelarre vuela las noches de luna llena mientras la loba aúlla en la pradera.

Un día todo estará inventado y los locos añadirán nuevas notas al piano.

26.10.10

Ni si iba o si volvía.

No sé si ha llovido o si la calle se ha despertado mojada.

Se quedó parada en medio de la carretera completamente desorientada porque no sabía a dónde iba, ni si iba o si volvía.

Juego a esconderme en alcantarillas de madera y a poner petardos en las gasolineras. Busco el sabor de las nubes y la razón de que me gusten los lunes.

25.10.10

¿Y si me acerco?

Bar del Tubo de Zaragoza. Ocho y veinte de la tarde.
•••••••••••••
-¿A quién estará esperando? No deja de mirar hacia la puerta y a su reloj de color azul; y yo no he podido dejar de mirarla desde que se ha sentado en esa mesa redonda. Parece triste. ¿Y si me acerco? No, no me conoce de nada.
Es preciosa… Si sonriera… Seguro que su sonrisa es aún más bonita de lo que me imagino. ¡Esa! Vaya… demasiado breve y sólo como agradecimiento al camarero que le ha traído el segundo vaso de lo que parece zumo. Pero sus ojos siguen tristes.
•••••••••••
-¿Dónde se ha metido? Me prometió que esta vez no me fallaría. ¿Por qué sigo creyendo sus mentiras? ¿Y si le llamo? No, no seas tonta, deja de arrastrarte a su alrededor. Y aún encima ese chico no deja de mirarme. ¡Será descarado!
No puedo creer lo que ven mis ojos. ¡Es ella! Dios… tan preciosa como siempre. Ahora agradezco que tu sustituta no haya aparecido. ¿Y si me acerco? No, demasiado pronto. O quizás ya me olvidaste. Perdóname, yo no pude. Ni quise.
••••••••••••
-Vaya, el antro está lleno. A ver si tengo mi sitio libre… ¡sí! A muchos les parece triste venir solo a un bar. A mí me parece una buena oportunidad para escribir. Claro, a quién le gusta. Todos deberían escribir.
“Charo continúa borrando sus huellas después de dejarlas en la tierra. Si sigue así se le hará de noche antes de llegar a la frontera, pero sino tendrán su rastro para encontrarla. Aunque podría dejar un camino falso… Sí, sólo esperar que lo sigan o al menos que se dividan. Ella sola puede con la mitad. Además, tiene ganas de volver a sentir el sabor de la sangre en sus encías”.
•••••••••••••
-Todavía escribe… lo recuerdo como una de sus cualidades, aunque nunca entendí ni una de las palabras suyas que leí. También era un defecto: en el momento que empezaba a escribir ya no existía nada más. Tuve celos de esa pasión suya y ahora la echo de menos. ¡Oh! Ahora tiene la mirada de haberse perdido en su mundo. Me encantaría saber dónde está.
••••••••••••
-Charo es un personaje muy difícil. ¿Por qué me complicaré tanto?
“Rompe el último cuello y se limpia la sangre de la boca. Sólo siente que su vestido se haya manchado. Y ahora a enterrar tres cadáveres… Lamenta no haber pensado antes en ese pequeño detalle, habrían sido diferentes las cosas. Pero la diversión de la caza le ha absorbido por completo. Debería buscarse novio o un juguete,… para el caso lo mismo le da”.
-¿Y cómo sería ese chico? Madre del amor hermoso… hasta la frívola de Charo se enamoraría de ese hombre. Bueno, lo seguro es que tardaría mucho en matarlo. Qué ojos, qué labios,… Podría pedirle permiso para que me dejara describirlo detalladamente. ¿Y si me acerco? No, muy descarado. Aunque Charo lo haría.
•••••••••••
-Creo que no le gusta que la mire. Pero es que es tan bonita… Pero hace rato que ha dejado de mirar la hora y de volverse a la puerta. ¿Es que me he perdido algo? Tampoco bebe del vaso, sólo le da vueltas al hielo con el dedo. Parece ida. ¿Qué está mirando? Parece que nada… Me acercaría pero antes me ha mirado con la advertencia de “chico, será mejor que no”. ¿Quién no le hace caso a esos ojos? Pero, ¿y si no la vuelvo a ver?
•••••••••••••••••
-Parece que ha encontrado una idea, hace quince minutos que su bolígrafo tiene vida propia. Dios… echo de menos oírla cantar en la ducha y hacerle el amor. Ojalá todas las noches que la soñé se hicieran realidad, o, que al menos, volvieran a aparecer por las noches. Un año y no la olvido… Y sólo la tuve veinticuatro horas.
Decidido, voy a acercarme a ella. Necesito decirle al menos el adiós que silenció con sus labios al salir de casa.
••••••••••••••
“Charo deja para el final a ese joven de ojos oscuros. Le recuerda a su primera víctima y eso le hace relamerse. Él la mira, con ojos decididos a no mostrar miedo, con sus pensamientos en otra. Ella lo sabe y eso le cabrea. Por eso jugará un ratito más con él antes de comenzar con el ritual de los gritos antes de la súplica. Su parte favorita. Pero intuye que este chico va a ser diferente”.
-Seguro que si ese chico de ahí lee lo que acabo de escribir inspirada en él se asustará y me llamará psicópata. Pero es que parece tan fuerte… y odio que esté mirando a esa otra. Por cierto, me suena muchísimo su cara. Será de algún polvo con alcohol de por medio. Bueno, no importa.
Voy a ser como Charo, va a leerlo. Necesito que lo lea. Allá voy.
••••••••••••••
-Parece contenta. Es bonito. Ahora su alegría llega hasta sus ojos, no como al principio. Parece tan pequeña… aunque es como si hubiera crecido de repente. ¿Qué estará pasando por esa cabecita de ideas locas? No deja de mover nerviosa la pierna izquierda. Qué graciosa e infantil.
Me parece que voy a hacer poco caso a su aviso. Necesito saber al menos su nombre, ponerle voz a esos ojos,… tocarla ya sería un milagro. Pero, ¿y si puedo? Vamos, chico, se valiente por una vez en tu vida.
••••••••••••••••••
-¿A dónde va?
••••••••••••
-¿Por qué se levanta?
••••••••••••••
-¿Es que huye de mí?

18.10.10

Olvidar es fácil.

Déjame los secretos de tu vida y hagamos el amor en el balcón. Que un segundo es una hora y una hora es un segundo. Puedes pretender que no estoy delante de ti, olvidar es fácil. Pero tú sí eres parte de mí, no soy tan hábil jugando mis cartas. Sé qué significa perder pero soy fuerte. La próxima vez intenta escaparte de las telarañas de sus mentiras. No puedes subir hacia abajo ni caer hacia arriba. Camina descalza y te clavarás las espinas. Pon las dos mejillas y no te quedará ni una cuando quieras darte cuenta. El coche está aparcado en la cuneta como escarabajo en la pared. Y al caerme esa noche me senté y juré: "te esperaré".

13.10.10

Doscientos.

Al despertar esa mañana no se vistió con ropa de instituto porque sabía que no iría, ni se miró en el espejo porque sabía que pronto le taparían el rostro y cualquier sentimiento que pudiera reflejar, y tampoco avisó a nadie porque no supo nada de esto hasta que no fue tarde. No llegó a la puerta del instituto. Curiosamente, la calle estaba vacía cuando los vio venir. No hizo intento de fuga; lo último que vio fue como todo se volvía borroso.

Al despertar supo que no estaba en el mismo continente aunque, ¿qué importaba? Ya se había perdido, ya no era la misma. El lugar era luz, blanco,… si no le hubiese quedado algo de cordura habría jurado que estaba en las nubes y, más de una vez, deseó que así fuera. Las paredes eran acolchadas y no sabía por dónde había entrado ni si podría salir. Hasta que no sangró lo suficiente no dejó de cerciorarse de que aquello era real. Para mantenerse despierta contaba el número de respiraciones pero nunca llegaba al número doscientos antes de quedarse otra vez dormida. Definitivamente perdió la cuenta de las que veces que empezó a contar. También intentaba imaginarse que estaba viviendo un día normal y rutinario aunque fuese en una vida paralela, pero ni siquiera la imaginación traicionaba al presente. Al final, sin saber si ese final había alcanzado su meta días, semanas, meses, años más tarde o si todavía estaba a años luz para traición suya, dejó de sentir. Tenía el cuerpo entumecido de no moverse, la boca seca por la falta de agua, no recordaba cuándo se había silenciado su estómago. 

Supone que al salir de allí no se sorprendieron de ver un cuerpo sin fuerzas ni rostro ya que era lo que ellos habían creado. Salió y entró muchas veces de aquel sitio, siempre por caminos distintos. Si hubiese recordado cómo se hacía, habría pensado que le cambiaban de habitación cada vez, o quizás no era el cuarto el que se movía, pero esto lo piensa ahora. Terminó refugiándose en esas paredes acolchadas, rezando por no volver a salir fuera. Siempre que entraba, algo suyo se quedaba en el lugar al que la habían llevado ese día y ya no volvía a recuperarlo. Desconoce el número en que pueden dividir el alma y la cordura de alguien, pero duda que sea infinito aunque no llegase a descubrirlo. 

No sabe ni cuándo ni por qué salió de allí. Había olvidado el color del cielo y lo que significaba para ella mirar las estrellas por la noche. Sin embargo, recuerda con una nitidez absoluta el primer pensamiento que acudió a su triste lógica: “nadie entra loco, ninguno sale cuerdo”. Aunque, para todo hay excepción.

9.10.10

Fugitiva.

Tengo amigos en los bolsillos y un condón usado en la cartera. La pistola descansa en la guantera con tres balas menos. Detrás, un coche de policía pasa de largo. El cuerpo de un hombre descansa en el maletero, con tres tiros en el cuerpo y una rosa en la boca.
Tengo una sonrisa en la cara, el pelo danza al viento y The Runaways suena en la radio.
El desierto a los lados. Me voy lejos, freno y escondo el cuerpo. Me tatúo una de las balas en el pecho. Me deshago de la pistola y la cartera.
La sirena suena a lo lejos.
Soy fugitiva.

Tacones rotos.

La cárcel estaba llena de tatuajes, agujeros y cuerpos grandes y sudados. No era sitio para una princesita con tacones rotos, con su cabello rubio sucio y las manos llenas de sangre.
Ella prefería bajar al infierno y seguir matando a sus asesinos.

Realidad.

Hace un tiempo que suena el teléfono y cuando lo descuelgo ya no hay nadie al otro lado.
Hace un tiempo que espero una llamada que nunca llega.

Siento que me queda mucho por vivir,
que no hay camino a mi paso,
que lo escribo con mis manos.
Aún falta para escribir un fin.
No entiendo a los que dicen "no",
ni los sueños sin cumplir.
Hay quienes se cambian mil veces de ropa antes de salir
y otros que prefieren vestir su color.

Estás aquí, es una realidad.
De ti depende cómo quieres vivirla.

Situaciones inesperadas...
Besos prohibidos...
Bailando bajo la lluvia...
Hacer el amor una noche de invierno...

Tres son multitud,
seis una unión.

Las notas siguen su curso
como el río hacia el mar.
Vuelve a cantarme ese susurro,
volvamos a empezar.

Escondite.

Llevaba el tanga desgarrado y cojeaba por la calle húmeda debido a que se había roto uno de los zapatos al correr.
Su camiseta dejaba piel al descubierto, pero era noche cerrada y la mayoría de las farolas o estaban fundidas o estropeadas, por lo que poco se podía ver y mucho adivinar.
Tenía el rímel corrido y un corte en el labio inferior al lado izquierdo, producto de moderse fuertemente con sus propios dientes para evitar un chillido que delatara su presencia en ese escondite.
El alcohol correteaba libremente por sus venas, gemía de dolor y la venda de la muñeca estaba sucia y desgarrada.
Tenía ganas de correr, ocultarse, beberse otra cerveza, salir de casa y vestirse coqueta.

Veo, veo.

¿Vas a contarme cuál es tu secreto?
Quizás eres superman. O cazas ranas para comértelas. O haces ropa de punto para gatitos abandonados. ¿Qué será?
¿Eres un enanito que viste ropa ancha? No… ¡Tienes hijos! Serían extremadamente feos, pero todo es posible. ¡Ya lo sé!, todavía juegas al “veo, veo”. No me mires así… yo lo hago cuando me aburro mucho.
Vale, si no quieres contarme tu secreto… dime al menos quién eres.
Tan perfecto por casualidad no puedes ser.

Radiografía.

Los huesos de esa radiografía no correspondían, como había pensado ella en un principio, con los huesos del brazo de un ser humano, sino con los huesos de una aleta de ballena.
Después todos aparecían muertos y descuartizados.

Pecados bajo los pies.

Sangre en las ventanas. Es un sitio frío, con camillas por todos lados y gris, muy gris. Hay seres fuera de ese sitio, seres sin rostro, sin forma. Dentro sólo hay muertos o asesinos, o asesinos muertos. Es siniestro, sádico y demasiado típico.
Hace unos días, había seres convertidos en monstruos, torturados, insultados, humillados, olvidados...

"No sé escribir poesía,
ni tengo imaginación,
canto canciones en inglés
que sólo entiendo yo.
Ignorantes sentimientos,
¿cuándo os culpé?
Regresará ese día
con pecados bajo los pies".

Escondida en una tienda de campaña hecha tiras, con un vestido azul roto, sangre entre sus piernas, lágrimas secas en su cara, temiendo lo que hay fuera.

Bajo la piel.

Por muy fuerte que escribas sobre el papel, éste no sangrará.
Golpéame todo lo que quieras, pisa mi cuerpo con tus pies, clava tus uñas bajo la piel, arráncame los ojos.
Ciega o no, mi sangre no será producto de tu ira.
Quizás así, escriba poesía.

Museo.

Llegan a un viejo vagón de madera abandonado. En su pared puede leerse la palabra "MUSEO", con mayúsculas de color blanco, correctamente, pues entrar dentro es como ver lo que el tiempo ha dejado para el recuerdo.
Algunos dirán que es un buen sitio para traficar, otros que como nidito de amor no está nada mal, posiblemente algunos hayan llegado a matar entre sus asientos de metal.
Muy pocos reconocerán que es un buen sitio para perderse, para soñar o simplemente esconderse, incluso encontrarse.
Ni siquiera unas esposas que hayan podido perder sus llaves bajo el polvo, encerrarán para siempre una historia que aún está por contar.

Espejo.

Por mucho que lo intenten, el cielo y el mar nunca estarán juntos.
El horizonte es un vago mentiroso del romanticismo.
Al menos existe la certeza de que no se volará los sesos delante de un espejo.

Monstruo.

La princesa se cansó de esperar en lo alto de su torre. Pecando de practicar la zoofilia, se enamoró del dragón que la guardaba entre sus sucias garras.
Como muestra de amor, mató al caballero cuando llegó a salvarla del único monstruo que no la había apartado de su lado.

Café.

Lleva esperando media hora en la entrada de un café. Mira el reloj cada poco tiempo y no deja de decirse que como pasen otros cinco minutos se irá de allí.
Decide entrar y tomarse un café. Pide una copa decorada con una sombrillita a las cuatro de la tarde.
Dos horas después sale del café. Sus dedos juegan con la sombrillita y en la barra ha dejado una copa llena y diez euros.
Al poco de irse, entra una persona que lo primero que hace, antes de pedir, es guardarse los diez euros en el monedero, beberse la copa de un trago y preguntar si ha habido alguien esperando.

Vinilo.

Se esconden, tímidos,
tras los muros de un castillo encantado,
queriendo rodear el mundo con sus brazos.
Buscan la salida entre las rocas,
saltan y no la ven,
incapaces de encontrarla con la ayuda de la brújula,
y es que la tienen a la altura de los pies.
El vinilo ya no sabe qué canción inventar,
sigue esperando a la canción más bonita del mundo
que parece no estar dispuesta a sonar.

Sí.

No busco un sí compartido.
Sólo un sentimiento definido.

Mundo patético.

Era un mundo extraño, un mundo de enanos y gigantes. Andar por las calles era encontrarse en un laberinto de espejos que deforman la realidad. Farolas de tu altura, flores de cinco metros, personas de todos los colores y formas, con los ojos en los pies y las manos en los hombros, o con la espalda por delante y el pecho por detrás, o simplemente andando de cabeza.
Es un mundo borroso, acuoso y de colores grisáceos, en el que destacan los colores de los ojos de las personas, colores que nunca se repiten dos veces. Juegan a contar las baldosas de la calle y a evitar atropellos de perros gigantes, cuyos ladridos son ensordecedores.
Aparece una persona, sólo una, con las cuencas vacías, una altura sin definir y un color singular, cambiante.
El mundo es patético a su lado. Hasta las flores de cinco metros se sienten diminutas.

Escultor.

Son miles de piedras de mármol, irregulares y puntiagudas, de distintas formas y tamaños. 

Era una estatua de mármol. Grandiosa, blanca pura, perfecta, de proporciones equilibradas y sencillas, con una desnudez vergonzosa, sincera,...

Ha sido la ira del escultor, asesino de la única obra de su vida.

Deseo.

Reconozco que me parece una tortura que alguien le doble las hojas al libro.
Peco del deseo de querer arrancarlas y quemarlas. No de todos. Sólo de uno.

Gordos.

El antro es cutre, guarro, en el suelo se acumula basura de hace una semana. Suena música mala y sólo hay gordos fumando puros, bebiendo whisky y jugando al guiñote.
Cayetana, muerta de asco, se sienta en una de las banquetas de madera, limpiándola antes de las migas que tiene encima, y pide una cerveza. Sabe que los gordos la están mirando con ojos saltones y pensamientos obscenos, puede que se le esté viendo la raja del culo, pero no hace intento de tapársela con la chaqueta.
No vierte la cerveza dentro del vaso, se la bebe a morro como si fuera todo un macho y después se limpia la boca con la manga de la camiseta. Se da la vuelta, apoyando la espalda en la barra y abriéndose de piernas. Las miradas ya se convierten en auténticas proposiciones indecentes para una joven de esa edad. Pero Cayetana se siente deseada. Quizás por su cuerpo, puede que por su atrevimiento. También siente repugnancia hacia esos hombres y, posiblemente porque ese asco es más fuerte, se bebe lo que le queda de cerveza de un trago, deja tres euros en la barra y se despide de los gordos relamiéndose los labios.

3.10.10

Hace tiempo que huye, que se cansa de correr y de esconderse detrás de las esquinas y en callejones sin salidas.
Coge las llaves del coche y el rugido del motor al arrancar le recuerda los viajes en familia cuando tenía cinco años e iban a la playa. Su padre contaba canciones de los años ochenta y su madre se mandaba mensajes con su amante. 


Ella no se pone un destino. Parará en el primer puerto que encuentre cuando baje de la ciudad. Quizás deje de perseguirse a sí misma en un paseo por altamar.

2.10.10



Me gusta el azul, pero el sabor del sugus de este color nunca fue mi favorito.