Escribía tíldes en diagonal, hacia la izquierda, con colores claros en verano y oscuros en invierno.
Los cipreses se han quedado sin hojas en el cementerio y en el desierto empiezan a florecer las primeras margaritas, que esperan a un alma en pena que escriba en todos sus pétalos "me quiere"; en todos menos en uno.
Adicta a la sangre, rompe todos los espejos que se encuentra a su paso y le devuelven un reflejo. No es pequeña, como le muestran los pequeños, ni grande, si se mira en uno de cuerpo entero, pero sí está rota. Se lame las heridas con la lengua hasta que corta las hemorragias o se le infectan.
La próxima vez le cruzará la cara al que lo llame feo.
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