29.11.10
16.11.10
Machado manchado.
Te canto como Machado cantaba a Guiomar, con palabras cogidas al azar del diccionario. El mismo recorrido por la Dehesa a diario, esperando a ese hombre manchado y esa triste mirada de noche y de día, con los rezos a un olmo seco, con las esperanzas vacías. No te canto poemas machadianos, te canta un corazón enamorado.
11.11.10
7.11.10
5.11.10
Castillo encantado
Érase una vez que no fue, había o pudo haber una plebeya con su propio castillo encantado de trozos podridos de madera. Unos, muy pocos, años después, esa madera se convirtió por abracadabra en barras de metal oxidable de color azul y luego blanco. A la plebeya le gustaba pasar entre los barrotes de un lado a otro, y habría puesto una habitación en cada hueco si no fuese porque todo esto es inventado. Nunca pensó en que se podía caer si subía arriba porque ella creía que volaba... ilusa. ¿Y si es castillo se caía por el peso de la plebeya que no comía? Bueno, ella dejó de visitar su castillo encantado antes de que eso ocurriera. Acabó temiendo a las brujas y a los duendes, a los fantasmas y a ese ser oscuro que la buscaba de noche. Ya no volvió a su castillo ni pasó cerca de él. Y la plebeya no vivió feliz ni comió perdiz porque, sencillamente, no vivió.
Ruido
Abre los ojos de repente. Las uñas rasgan fuertemente en la ventana. Tiembla, se esconde debajo de las sábanas. Pero ya no cierra los ojos.
El ruido no para.
Adicta a la sangre
Escribía tíldes en diagonal, hacia la izquierda, con colores claros en verano y oscuros en invierno.
Los cipreses se han quedado sin hojas en el cementerio y en el desierto empiezan a florecer las primeras margaritas, que esperan a un alma en pena que escriba en todos sus pétalos "me quiere"; en todos menos en uno.
Adicta a la sangre, rompe todos los espejos que se encuentra a su paso y le devuelven un reflejo. No es pequeña, como le muestran los pequeños, ni grande, si se mira en uno de cuerpo entero, pero sí está rota. Se lame las heridas con la lengua hasta que corta las hemorragias o se le infectan.
La próxima vez le cruzará la cara al que lo llame feo.
Grietas
Los murciélagos vuelan en círculo encima de mi cabeza. Ahora se golpean contra el cristal de la ventana; pronto saldrán grietas.
Laberinto
Creo que le he encontrado la salida al laberinto. O quizás vuelve a ser la entrada. ¡Ah, no! Sólo es un precipicio.
Volveré a intentarlo.
¡Anda! Este tiene cristal. Bueno, ahora iré en busca de una piedra.
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