30.3.10
23.3.10
21.3.10
Se escuchaban los tacones de la vecina a la una de la mañana y los ronquidos de mi padre encima de la cama. No podía dormir. Y no eran culpables ni el dolor de cabeza ni de tripa ni los sonidos de esta última. Más tacones, ronquidos, un portazo y algún coche a lo lejos más el sonidos de los segundos pasando en el reloj. Y el sueño no llegaba por el cúmulo de decisiones que empezaba a aflorar. Y después nada. Ni coches, ni ronquidos, ni reloj, ni tacones, ni portazos, ni dolores. Me quedé dormida. El truco estaba en cerrar los ojos.
No sé sobre qué escribir. No sé si mencionar temas tan concertos como la política, el cine o la magia; o temas tan abstractos como el amor, la fe y el egoísmo. Podría hablar de las palabras o de mi vida. Pero ya lo he hecho. ¿Familia? ¿Amigos? ¿Miedos? ¿Esperanzas? Ya está todo en papel. Quizás ya haya mencionado todos los temas, creo. Quizás un tema del que no he hablado es de la comida. No, de eso también. Al final no encuentro un tema nuevo, no encuentro palabras que no haya escrito ya. ¿Herrete quizás? No, acabo de hacerlo. Supongo que así es la vida: la misma sopa de letras una y otra vez. En distinto orden pero las mismas palabras.
12.3.10
8.3.10
4.3.10
Dime quién fue el que besó las sábanas a las montañas. Quién sintió los suspiros de los ángeles. Dime quién fue la que jugó con las llamas del infierno… y no se quemó. Quién fue la que sopló 200 velas del pastel y no murió… Quién estuvo bajo el agua una hora y pudo respirar. …Y quién fue el valiente que durmió con leonas que no le comieron. Hubo alguien una vez que paseó sobre brasas y agujas y nunca derramó una lágrima… y también existió alguien que saltó por la ventana… y flotó. Podría decirse que son sueños pero… ¿y si la vida es un sueño? Sólo se trata de la vida.
Llega a casa corriendo. Lleva corriendo desde que se dio cuenta. Está impaciente y asustada. Saca las llaves del bolsillo por el camino y encuentra la del portal al tacto. Sube la cuesta y abre la puerta con torpeza. Corre. El ascensor está ahí pero sube por al escaleras de tres en tres. Se tropieza pero continúa hasta el segundo piso. Las pulsaciones se vuelven violentas y nota los latidos de su corazón en todo su cuerpo. Busca la llave que abre la puerta de su casa. La encuentra. Abre, temblando. Cierra de un portazo y se va hacia la primera puerta del pasillo a la derecha. Se mete dentro. El baño. Se quita toda la ropa, quedándose desnuda. Y se mira al espejo, su reflejo le devuelve una imagen que ya conocía de antes. Pero busca, se gira, mueve su piel,… busca y no la encuentra. ¿Dónde está la marca que le demuestre que ya no es la de antes? Ella lo siente, lo sabe,… pero necesita verla… necesita verse.
Movía sus dedos de la mano izquierda sobre la mesa como un pianista haciendo una escala de cinco notas. Re, mi, fa, sol, la. Re, mi, fa, sol, la… y de nuevo la escala. Su brazo derecho estaba doblado en la mesa y lo utilizaba para posar su cabeza en él, acechando cual leona en la sabana. Seria, pensativa, esperando, eligiendo. Re, mi, fa, sol, la. Los tenía delante, todos para ella. De distintos sabores y colores. Deliciosos. Se le hacía la boca agua. Los dedos se movían a mayor velocidad, su respiración se aceleraba. Paró. Se levantó, miró enfadada y se marchó dejando los sabores y los colores, una melodía de piano y las ganas de comer helado.
Las estrellas bailan en el cielo cogidas de las manos e imitando danzas que ven desde ahí arriba.
Las nubes lloran lágrimas que caen de abajo. Y los rayos del sol ponen alegría donde hubo pena.
La luna trae los secretos de los corazones y los guiños a media noche cuando ella es la única que se percata de los pecados.
Y nosotros aquí abajo somos hormiguitas andantes que lo único que hacemos es servirles de marionetas a las estrellas, las nubes, el sol y la luna.
Las nubes lloran lágrimas que caen de abajo. Y los rayos del sol ponen alegría donde hubo pena.
La luna trae los secretos de los corazones y los guiños a media noche cuando ella es la única que se percata de los pecados.
Y nosotros aquí abajo somos hormiguitas andantes que lo único que hacemos es servirles de marionetas a las estrellas, las nubes, el sol y la luna.
1.3.10
La mañana siempre ha tenido un olor diferente. Un olor de sol, de gente despertándose en sus camas con el pensamiento de “unos minutos más, por favor”, de los desayunos recién hechos y las prisas del reloj que siempre está adelantado. Sí, sin duda mi olor preferido será siempre el de la mañana. El olor que tiene el comienzo de un nuevo día.
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