- Mamá, tengo ganas de llorar.
- ¿Por qué, cariño?
- No lo sé, pero tengo ganas.
- Ven aquí y llora, que es bueno.
Y la niña se abrazaba a su madre y lloraba un rato hasta que se tranquilizaba. ¿De verdad no sabía por qué lloraba o es que nunca quiso decirlo?
¿Qué fue de esa niña? Hoy ha vuelto a llorar de repente pero ya no va a abrazarse a su madre.
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