11.6.12

24

No sé qué tendrán de especial las noches de verano. Puede ser la música que martillea mis oídos o el aire que entra por la ventana. No me pararé a descubrirlo.
No hay estrellas esta noche. No las necesito. Esta noche no. Yo fui una de esas estrellas una vez. Brillé tanto que deslumbré. Es cierto. Quizás no en este mundo, pero sí en otro. Tengo tropecientos años, y no por nada. "¿Es que no aprendiste nada estos años?". Cinco años. Y sigo aprendiendo. Te enseñan que los griegos conquistaron Troya. Que dos más dos no siempre son cuatro y las matemáticas también se hacen con letras. Que el cerebro tiene dos hemisferios. Que el sol sale por el este y que en el sur ahora están en invierno. Yo aprendí a caminar. Y sigo aprendiendo. Pero sobre todo aprendí que, como dice la canción, se hace camino al andar. Mentí si dije que he estado en pausa todos estos meses. Y miento si digo que continúo paralizada en el tiempo. No es cierto, no soy una estatua, ni un ángel. Soy alguien que ha soñado tantas veces con volar... sin ser consciente de que no ha dejado de hacerlo. En una dirección que nunca creí posible, porque me dirijo a un absoluto misterio. Una vez tuve claro qué pasaría mañana, y lo pensaba a menudo. No terminaba un día sin haber construido el siguiente. ¿Ahora? La absoluta ignorancia. Y bienvenida sea.
Estoy acojonada, ¿vale? Muerta de miedo. He dejado que otros llevaran las riendas de mi vida durante mucho tiempo. Tanto que ahora no sé muy bien cómo dar un paso hacia delante sin que haya alguien que me marque el camino. Pero tengo claro que no iré hacia atrás.
Sí. Tengo tropecientos años. Pero aún me queda mucho por vivir. Y aprendí a tener un gran aprecio a mi vida. Que algo acabe sólo significa la posibilidad de un nuevo comienzo.
Esto no es un punto y final. Es un punto y a parte. Un capítulo más en esta vida de locos que va siendo hora de empezar a vivir.
Soy lenta, pero al final aprendo. Y sigo aprendiendo.

5.6.12

23

[...] mientras pensaba en la falta de pudor que delataban esos diarios del siglo veintiuno. Los antiguos, lo de papel, eran algo privado, algo que sólo leía el interesado y en los que, por tanto, podía volcar todos sus secretos. Ahora la vida privada se exhibía en la red, lo cual, estaba seguro, imponía cierta censura a la hora de escribir. Si uno no podía ser absolutamente sincero, ¿para qué molestarse en escribirlo? ¿Eran una llamada de atención al mundo? ¡Eh, escuchad, mi vida está llena de cosas interesantes! Haced el favor de leerlas...

"Me ha parecido interesante".

- El verano de los juguetes muertos.